18 de mayo de 2008

Espectáculo


La sala está llena. Es la primera vez que veo tanta gente en el público. Una sensación de adrenalina pasa por mi cuerpo y me impulsa a moverme sin parar. Salto de un lado para otro atrás del telón y sigo espiando por la hendijita que queda abierta. Miles de personas esperando a que yo salga a entretenerlos. Escucho aplausos lentos marcando un llamado. Gritan mi nombre repetidas veces. Por mi mente tatareo la canción con la cual voy a empezar y me pongo la guitarra al hombro listo para salir. Nunca imaginé que vendría tanta gente a mi debut. Me siento tan exitoso. Cualquiera daría lo que fuera por estar en mi lugar. Salto en mi lugar un par de veces más y miro a mí alrededor buscando con la vista a mis músicos quienes también se están mentalizando para rockear. Tres… Dos… Uno…. Se abren los telones y corremos al escenario iluminado con diferentes tonos de rojo y cada uno ocupa su lugar. Obviamente, yo estoy en el centro del escenario con una sonrisa de satisfacción, listo para comenzar la función.
-¡Hola mi gente! ¡Gracias por venir!
Digo mis primeras palabras. Todos me miran en asombro, algunos con la mandíbula caída. Otros se tapan los ojos, y muchas chicas sonrojadas comienzan a reír. No entiendo nada. ¿Por qué reaccionan de esta manera? Siento un vientito entrar a mi cuerpo y me doy cuenta que no hay nada bloqueándolo. Miro hacia abajo y me quedo paralizado, perplejo, anonadado. Estoy desnudo.