10 de mayo de 2008

Es hora


Estoy en la relojería de mi padre. A diferencia de muchas veces, se encuentra mucho más oscuro, sin embargo el mínimo reflejo de luz que entra, rebota en los vidrios de los diversos relojes. Miles de relojes colgados por toda la pared sonando a destiempo, y cada uno con un tono diferente y particular. Tic... toc… tic… toc… Una orquesta de instrumentos desafinados y rebeldes marcando su propio ritmo. Cada aguja apunta a un lugar diferente. Algunas agujas se mueven hacia la derecha, mientas otras más rezagadas decidían girar hacia atrás. Las más perezosas van bien lento, y otras más aceleradas giran sin parar. Las horas pasan como segundos, y los segundos giran sin dejar que el minutero descanse. De repente siento un escalofrío entrar por mi cuello y escaparse por mis pies. Algo tenebroso y muy raro está pasando. Giro rápido en mi lugar, buscando a mi padre. No hay nadie y mi única compañía es el eco de mis pasos. Corro sin saber hacia donde ir, atormentada por el sonido de miles de horarios mentirosos que me persiguen a donde voy. En el camino tropiezo varias veces, la oscuridad sigue siendo la misma que antes. Me paro lo más rápido posible para seguir mi camino. Tengo miedo, mucho miedo. Tengo que seguir, tengo que encontrar a mi papá. El pasillo no parece reducirse pero ya no puedo volver hacia atrás. Después de una larga y exasperante maratón, veo una luz muy potente pero a la vez muy pequeña. Parece venir de un cuarto más alejado y esperanzada a que sea el final del pasillo acelero mi paso. Cada vez la luz se hace más potente y de mayor tamaño. Ya estoy más cerca. Comienzo a ver una imagen borrosa. Es algo tirado en el medio de la sala. Corro con curiosidad y me aproximo lo más que puedo. Todavía envuelta en el mismo sonido tenebroso de los relojes, llego a la sala y veo un cuerpo. Lo reconozco. Es mi padre. Está tirado en el centro del piso rodeado de su sangre. Sus ojos todavía están abiertos, pero es escasa su respiración. Desesperada me acerco a su cuerpo y le tomo la mano.
_ ¡Abrí los ojos! No me dejes…
Me tiro a su lado y lo abrazo. Mis lágrimas caen sobre sus cachetes y me mira por última vez con la misma dulzura que siempre. Tititi…tititi...tititi… Todos los relojes suenan al mismo tiempo por primera vez. Sus diferentes alarmas combinadas forman una gran bola de sonido. Mi padre cierra los ojos. Miro a mi costado y veo que todos los relojes están marcando las doce en punto. Todos, sin excepción alguna, marcan su hora.