13 de abril de 2008

Introducción

La mayoría de las personas viven atrapadas en una rutina diaria que les quita y les ocupa la mayor cantidad de su tiempo. Viajan de un lado a otro para cumplir con sus horarios y completar sus tareas. Esos momentos en donde viajan son uno de los pocos momentos en donde pueden por un rato relajarse completamente y descansar, no solo sus ojos, sino también sus mentes.
Algunos de ellos simplemente miran por la ventana y se cuelgan pensando en una cosa, que los lleva a pensar en otra y así sucesivamente. Su cuerpo parecería estar relajado, pero es solo un engaño. Este tipo de gente suele preocuparse incluso en aquellas oportunidades que tengan de dispersar un poco su mente, y no suelen darle lugar a que trabaje su subconsciente. Otro grupo de individuos, que son en los que me voy a concentrar por este trayecto, son aquellos que pueden darse el lujo de poner su mente en blanco y dejar que sus ideas fluyan libremente. Por fuera los vemos sumamente tranquilos y relajados. Tienen los ojos cerrados y los que tienen más experiencia, con la cabeza hacia un costado y la boca bien abierta, dejan caer una saliva victoriosa, confirmándonos que realmente están disfrutando ese tiempo. Fueron pocos los casos, pero también existen, aquellos que pronuncian su satisfacción a través de unos ronquidos, graciosos y molestos para algunos, pero sedante para ellos.

Cualquiera sea el grado de relax, estas personas comienzan a formar, inconscientemente, imágenes en sus cabezas, que pronto se vuelven en nada más y nada menos que visiones de sus deseos más ocultos y más anhelados, o de los temores que atormentan su cabeza. Lo más interesante, es que al ser poco el tiempo que tienen para disfrutar su sueño, para no pasarse de parada de colectivo, están semi-despiertos y ahí es donde comienza a actuar el subconsciente de la mano del conciente y estos sueños se convierten en algo tan factible que lo vivimos y sentimos como algo real.